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¿Hace cuánto que no te apeas de tu rutina?

Algo falla en el tren de vida de nuestra sociedad. Y no he utilizado la metáfora ferroviaria al azar. Algunos parecen que vayan por el mundo en la línea circular del metro, con la mirada perdida y un constante bostezo. De la estación del madrugón a la de la oficina, de ésta a la de recoger a los niños al cole, luego baño y cena, por la noche llegamos a caja tonta, de allí a la cama, y, de nuevo, madrugón.

Los fines de semana hay quién ni se puede bajar de esta línea, y otros que se cambian, sí, pero a otra rutina circular.

Y lo peor, la mayoría de las veces no realizamos este viaje sentados cómodamente y disfrutando del paisaje por la ventanilla, sino a toda velocidad. ¿Hace cuanto que no te paras a contemplar lo que te pasa? ¿Y a disfrutarlo? ¿Hace cuánto que no te apeas de tu rutina?

rutina


Algunos no lo hacen ni por vacaciones, echan en la maleta las chanclas, el portátil y el estrés.

Avanzamos con prisas por la vida, saltando cada día de rutina en rutina hasta llegar a la cama.

Prisas por llegar a los mismos sitios a las mismas horas. Dejamos de lado sonrisas y buenas conversaciones por un vistazo de reojo al móvil, cambiamos de humor por una palabra leída a destiempo. Llamamos estabilidad a viajar en un barco grande a la deriva que hace aguas, e incertidumbre a lanzarse por la borda a vivir la vida.

Posponemos para un mañana que nunca llega lo verdaderamente importante. Asientes con la cabeza mientras lees esto, das un “me gusta” y luego no haces nada.

Nos tragamos un pedacito de nuestros sueños con cada bocado de conformismo, y guardamos nuestras buenas intenciones en el mismo bolsillo del pantalón donde tenemos los “te quiero” que nunca decimos y los “gracias” que nunca damos a los que más amor nos brindan y tanto hacen por nosotros.

¿Hace cuanto que no te apeas de la rutina? Nos sentimos prisioneros del tiempo que vivimos hoy y dueños de un futuro que no acertamos a vivir. Somos adictos a hábitos a los que nos enganchamos inconscientemente y que nos quitan la vida a base de restarnos minutos de hacer lo que de verdad nos gusta.

Hasta aquí la charla, este post no pretende ser un sermón, quiere ser una incitación a la pausa. Sí, a la pausa. Sé que sería más ambicioso que me subiera a lo alto de un cerro y lanzase una arenga a favor de perseguir los sueños, pero me gusta más construir el futuro por los cimientos en lugar de hacerlo por el tejado.

Creo que la vida de hoy, la personal y, sobre todo, la profesional necesita más pausas. Vivimos en burbujas dentro de las cuales algunas cosas parecen adquirir una magnitud desproporcionada que desde fuera no tienen ni por asomo. El mundo sigue girando, las personas que nos importan nos siguen amando, pero nos empeñamos en convertir en cataclismos algo que para el resto de la humanidad pasa desapercibo y que incluso, dentro de nuestra propia empresa, no tardará más de seis meses en estar sumido en el más profundo de los olvidos.

Nada en esta vida es importante, salvo lo realmente importante. Perogrullo y redundancia unidos por las manos en una sentencia que solo cobra sentido si somos capaces de hacer una pausa. Porque el quid de la cuestión es ¿qué es lo verdaderamente importante?

Lo triste, lo verdaderamente triste, es que no encontramos un hueco para esta reflexión. Y no hay excusa que valga. No es que no podamos hacerlo porque nos falte tiempo, pueden ser 5 minutos cada día. La mayoría de las veces no lo hacemos por pura inconsciencia, o simplemente por miedo. Porque, aun sin hacerla, tenemos la intuición de que dicha introspección nos puede poner ante una realidad amarga que nos obligue a pasar a la acción.

Por eso, en lo profesional, cuando pongo una reunión de desarrollo, siempre cuento lo mismo: Lo deseable es acabar teniendo un plan de acción, pero lo imprescindible es aprovechar ese tiempo para hacer una pausa, escapar de la rutina y preguntarte ¿Qué es lo importante para mí? ¿Qué quiero ser de mayor?

Pon una pausa en tu vida. Llámala mindfulness, llámala meditación, llámalo coaching, llámala offsite meeting, llámalo simplemente relativizar, llámala fijar la vista en el vacío para mirar hacia dentro, llámalo jugar con tu hijo a algo que no te apetece… Porque si antes de morir pasan ante ti tus mejores momentos, es más probable que uno de ellos sea la sonrisa de tu peque ese día, a que lo sea la pantalla del ordenador que contemplabas como un zombie cuando decidiste parar e ir a sentarte al sofá.

Hazte preguntas incómodas que te saquen de la rutina. Y pasa a la acción sólo si te compensa.

Lo importante no es lo que hagas o dejes de hacer, si no que lo decidas desde una total consciencia que te permita cada noche cerrar los ojos y dormir a pierna suelta por estar en paz contigo mismo.

Algo falla en esta sociedad. En el mundo occidental tenemos más comodidades que cualquier otra generación en la historia de la humanidad pero una gran mayoría de nosotros vive en permanente insatisfacción. Algo estamos haciendo mal. Y si queremos cambiarlo, debemos antes que nada pulsar el botón de pausa.

Y tú ¿vas a apearte de la rutina para pensar hoy qué es lo verdaderamente importante para ti? Si no lo haces, habrás quitado todo el sentido a este post… que lo sepas.

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Hoy, como si de un post de Ricard Lloria se tratase, he querido poner  de apéndice una canción que le va al dedillo al tema hoy… ¿Vas a apearte de tu monochrome life?

Train by Lee Mette from the Noun Project

Jesús Garzás

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