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El sueño tras la queja

Hoy traigo un título que resultará familiar a algunos coaches, pero que creo que puede ser útil a todo el mundo: El sueño tras la queja. Más allá de su uso como herramienta de coaching es una filosofía de gestión de las relaciones personales fácil de entender y fácil de aplicar. ¿Fácil de obtener resultado con ella? Bueno, desconfío como Sancho Panza de las propiedades mágicas de cualquier tipo de bálsamo de Fierabrás. Así que el secreto para obtener frutos será siempre el mismo: sembrar, sembrar y sembrar.

queja

A unos más que a otros, pero a todos nos encanta quejarnos. Sueltas por tu boca todo lo que te quema por dentro y te quitas un peso de encima. Te sientes liviano. El mundo parece mejor por un momento… Y eso es lo malo, que su efecto dura exactamente eso, un momento.

La queja, sin acción, no resuelve nada en el mejor de los casos. En el peor, contagia la energía negativa que la generó. Aun así, hay gente que se instala en la queja, le pone una ventana con vistas al mundo, se compra un sofá, se compra un megáfono, y la convierte en su zona de confort.

A más quejas, más jaquecas. Son estupendas para nublar el clima de cualquier ambiente de trabajo.

Sin embargo, hay un reverso luminoso en cada queja. Y es ahí donde nos debemos centrar. Su existencia manifiesta un desacuerdo con el presente que vivimos o con las circunstancias que nos rodean. Pero en lo más profundo, e implícitamente, existe también la esperanza de un mundo mejor. Un deseo de un mañana más soleado. ¿Qué tendría que pasar para que dejásemos de quejarnos? ¿Cómo sería ese mundo mejor? ¿Qué podría hacer yo para conseguir hacerlo posible? En definitiva, ¿cuál es el sueño detrás de tu queja?

La filosofía que se quiere instaurar es la de “no me hables de lo que te molesta, háblame de lo que vas a hacer para crear un nuevo escenario donde no haya motivos para quejarte”.

Lo primero es tomarse el tiempo para dibujar ese futuro mejor. Muchas veces los hechos negativos del presente nos tienen tan atrapados que nos resulta complicado hasta alzar la vista para mirar hacia adelante. Pero es necesario salir de esa espiral, y hay que hacerlo sin racanería. Diseñando un escenario hacia donde queremos avanzar, añadiendo todo aquello que nos apetece, hasta conseguir que nos haga ilusión.

Ahora que ya tenemos decidido hacia dónde queremos ir, que ya tenemos marcado un destino que nos haría feliz, lo segundo es determinar “¿qué puedo hacer yo para llegar allí? Si asignamos los cambios a los otros en lugar de a nosotros mismos, no tardaremos en llegar a la frustración. Pretender que los demás actúen como lo haríamos nosotros tiene más que ver con ser iluso que con ilusionarse.

Es cierto que a veces no está directamente en nuestras manos cambiar una situación, pero entonces lo que tendremos que trabajar es la manera de aceptarla. En algunas ocasiones no voy a poder tener influencia sobre el resultado, aunque seguramente encuentre vías indirectas para trabajarlo. Además, lo que es seguro es que siempre voy a tenerla sobre cómo me afecta a mí.

Cuando uno siente que verdaderamente ha hecho todo posible para cambiar algo, y cuando ha trabajado el modo de aceptarlo, es más complicado sentir frustración.

Las mayores desilusiones provienen de la creencia interna que podíamos haber hecho algo más.

No te instales en la queja, busca el sueño que hay detrás de ella para poder trabajar hacia un escenario que te ilusione, y haz todo lo que esté en tus manos para conseguirlo. La magia no existe, pero hacer aparecer una sonrisa en tu rostro es mucho más sencillo cuando consigues cambiar la frustración por ilusión en tu escenario de trabajo.

 

 

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Jesús Garzás

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