Sabía yo que del post sobre la empresa sin jerarquías saldrían ramificaciones. La autogestión es la primera de ellas.
Se buscan empleados responsables, con autoliderazgo, con autonomía… con autogestión. Pero, ¿sabemos lo que es eso?
Más allá de las definiciones que la real academia de la lengua nos pueda proporcionar, creo que hay ciertas dudas a la hora de ponerla en práctica. A tenor de las conversaciones que me llevaron a escribir sobre el tema, y a algunos de los comentarios del artículo de hace dos semanas, diría que hasta confusión.
El prefijo “auto” nos lleva erróneamente a dibujar un radio de acción corto y con epicentro en nuestro ombligo. Empecemos por dejarlo claro, autogestión no es lo mismo que la gestión de lo mío.
En un charla sobre management 3.0 que he visto recientemente, Jurgen Appelo decía una frase que podría sintetizar el concepto sobre el que quiero escribir hoy: “Agility means self-balanced not self organized”.
Esto no va de cada uno se ocupe de lo suyo, sino de que cada uno se ocupe de lo de todos. Todos para uno y uno para todos, que decían los mosqueteros.
Puedes tener el zaguán de tu casa limpio pero si el descansillo del portal es una escombrera, ni creo que atraigas visitas, ni creo que las que tengas salgan muy contentas.
La confusión de la autogestión proviene de la creencia de que cada uno debe ser solamente responsable de hacer bien su trabajo. En este terreno es donde casi todo el mundo se siente capaz de funcionar sin jefes. Pero, eso no es una revolución ágil, ni un cambio innovador. Que uno se encargue de hacer bien sus propias tareas es una responsabilidad inherente a cualquier puesto. A partir de cierto nivel de madurez profesional, por supuesto que no necesitas un jefe detrás para que te diga cómo hacer aquello que es tu especialidad, faltaría más.
La autogestión siempre va ir más allá de lo mío porque incluso en la utopía de que todos los empleados de una empresa fueran muy responsables y hacendosos, si cada uno se ocupara solo de lo suyo, si no hubiera un trabajo posterior de conexión y de cohesión nada garantizaría la calidad del entregable final.
Pero salgamos por un momento de esa utopía y vayamos al escenario más cotidiano, a las preocupaciones que primero vienen a la cabeza cuando se habla de funcionar sin jefes. Hay varias personas que me han dicho: “yo soy capaz de hacer bien mi parte pero seguro que hay gente que se escaquea”. Pues bien, si hablamos de autogestión, hablamos de entender que evitar que haya gente que se escaquee es también tu parte. Así que algo tendrás que hacer.
Hace poco leí en Twitter una cita cuyo autor no recuerdo que define bien lo esperado para estos entornos: “En un buen equipo, cuando alguien no cumple se le señala. En un gran equipo, se le ayuda”.
Sé que dicho así suena más fácil de lo que puede llegar a ser, pero sobre todo pretendo ser rotundo porque parece que aquello que no me atañe directamente a mí se pierde en una nube difusa de responsabilidad que en los entornos tradicionales se asigna al jefe, pero que si queremos evolucionar a entornos autogestionados implica que cualquier empleado (o mejor, todos los empleados) deben ser capaces de dar el paso adelante para resolver un conflicto que impacte al rendimiento del grupo o de la empresa.
Por supuesto, la empresa debe ponérselo lo más fácil posible, definiendo unas reglas de juego, y mecanismos que permitan una buena convivencia y el éxito de un modelo basado en el autoliderazgo de las personas. Deben existir también personas de referencia o departamento (RRHH) capaces de dirimir desavenencias.
Feedback continúo y transversal, reparto de bonus o presupuesto de formación consensuado por el equipo de proyecto, merit money… son algunas ideas que se están poniendo ya en práctica. Todas ellas sustentadas por un imprescindible modelo donde reinen transparencia y comunicación.
Llegados a este punto, y si de un proceso de coaching de equipos se tratase, sale a la palestra otro de los saboteadores (prejuicios) clásicos que cuestiona la efectividad de estas ideas alternativas: el amiguismo.
Pues al amiguismo, al igual que al escaqueo, hay que combatirlo entre todos empezando por ser crítico con uno mismo, y honesto con el grupo.
No digo que sea fácil, todo cambio necesita consistencia y paciencia, pero sí afirmo que es posible. Se trata de concienciarnos, se trata de dar un paso atrás para obtener una visión de conjunto y buscar continuamente ese equilibrio al que hacía referencia Appelo.
Autogestión de lo mío, y delo de los otros. Autogestión, y conciencia, de nosotros.