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Lo importante no es participar, sino ganar-ganar

En los últimos meses tenía una pequeña preocupación: no me gustaba lo mal que encajaba las derrotas mi hijo. Yo, que voy de padre superguay, no tenía consciencia de haberle inoculado el virus de la competitividad, así que mi preocupación la hacía extensiva a la raza humana. ¿Es posible que traigamos este afán por ganar de serie? ¿Cómo es posible que un niño de 3 años, con toda su inocencia, se pille estos disgustazos cuando pierde aunque sea jugando a encestar piñas secas en una papelera?

Observando a los niños y niñas de su clase me di cuenta de que el mal estaba extendido, y me estaba convenciendo a mí mismo que los seres humanos tenemos este gen competitivo innato, no era una conclusión muy halagüeña, pero en cierto modo me tranquilizaba porque me exoneraba a mí de la responsabilidad como educador. Fue entonces, mientras España perdía contra Italia en el fútbol, cuando miré a mí alrededor y fui consciente de la información que como sociedad trasmitimos a las pequeñas esponjas que son nuestros hijos.

ganar-ganar

La final de la Champions, la Eurocopa y las elecciones. Tres meros ejemplos recientes. Mi hijo ha visto a familiares y a amigos mostrar alegría o deprimirse, y cuando preguntaba acerca de lo que pasaba la razón que se le daba es que el equipo de alguien había perdido o había ganado. ¿De qué me sirve decirle que lo importante no es ganar si probablemente la única vez en su vida que me ha visto saltar de júbilo en el sofá es viendo a mi equipo marcar el último gol en la tanda de penalties?

Los niños, como el resto de las personas, aprenden más de lo que ven que de lo que se dice. Ante una contradicción entre la palabra y los hechos, nuestros hijos van a tener claro que han de creer antes lo que ven sus ojos. Así que, sin pensar que sea algo imposible, sí que creo que como sociedad estamos vendidos en estos momentos tratando de educar sobre la relativa importancia de la victoria. ¿Cuál es la alternativa entonces partiendo de una base donde ganar se considera intrínsecamente bueno? Pues sólo se me ocurre educar en la importancia de buscar relaciones ganar-ganar.

Se me nota a la legua, soy seguidor de Stephen Covey, y más en concreto del cuarto hábito para las personas altamente efectivas: pensar en ganar-ganar. En los entornos laborales, y tanto más en los personales, hay que buscar acuerdos que, al menos a la larga, procuren beneficios a ambas partes. Sólo con este fin en mente podremos lograr ser productivos. Recordemos que vivimos una época de transformación donde por fin lo colectivo ha encontrado vehículos tecnológicos para brillar frente a lo individual. No hay excusa. Buscar el bien común es la única vía. No quiero que enseñen a mi hijo a ser el mejor de su clase, quiero que le enseñen a ayudar a que su clase sea cada vez un poco mejor.

Es posible que sea tarde ya para convencerle de que “ganar no es lo importante” como le digo a veces cuando se pilla un berrinche por perder. Creo que ahora he de centrar mis esfuerzos en conseguir que entienda que ganar es mucho mejor en un escenario en el que, aparte de uno mismo, sale beneficiada la relación con los demás.

Aprendí en ORSC (Organizational and Relationship System Coaching) a entender que en toda organización, equipo o pareja, la relación en sí es un elemento más del sistema. Y que si lo que hago me beneficia aparentemente a mí pero va en contra de la relación, me penalizará a medio o largo plazo.

También me gustaría resaltar una frase de Fred Kofman, otro de mis grandes referentes, que dice, hablando de organizaciones, que: “la única manera de ganar una pelea con un colega… es no tenerla. Pues derrotarle te proporcionará, en el mejor de los casos, un oponente derrotado y resentido”.

Puede ser tarde para educar a nuestros hijos, y a nuestras empresas, en una visión de la victoria menos fundamentalista. Pero aún estamos a tiempo de hacerlo en un modo más colectivo de entenderla.

La mayoría de los males, y de los malos, que pueblan nuestros telediarios tienen en su raíz una aplicación egoísta y desproporcionada del concepto ganar. Urdangarin, a pesar de ser olímpico, nunca se trago la frase del barón de Coubertin de “lo importante es participar.”

A veces, como en el tema del Brexit, cuando la balanza entre blanco y negro se decanta hacía un lado por un 51%, estamos ante una interpretación simplista de la victoria. Escenarios como ese necesitan buscar terceras vías en el gris que no dejen al 49% de un país de total descontento…

Si queremos cambiar algo, es crítico y necesario enseñar a nuestros niños y a nuestras empresas a ganar bien, a ganar con ética, a crear escenarios ganar-ganar.

Hasta en el deporte, que aunque no deja de ser un juego es el paradigma más claro de la desproporcionada cultura de la victoria, para que gane uno debe perder otro, es mucho mejor cuando transcurre por escenarios ganar-ganar… En este caso, por las reglas del mismo, sólo puede referirse a una alternancia de triunfos. Los equipos más épicos y los deportistas más legendarios se han construido en simbiosis con un rival que les ha dado ese plus añadido. Incluso en el plano personal, los amigos con los que mejor lo he pasado practicando deporte son aquellos con los que compartía un nivel similar de juego que permitía no solamente que la balanza no cayera siempre para el mismo lado, sino además creaba un ambiente de superación personal beneficioso para ambas partes.

En definitiva, ganar no es algo esencialmente malo, ni es algo sin importancia, pero mal interpretado o ejecutado puede ser tremendamente dañino.

Me alegro de haber escrito este artículo, me ha servido para convencerme del todo que nunca más volveré a gastar mis palabras quedándome solo en un superficial “lo importante no es ganar”… Tanto en la derrota como en la victoria intentaré educar a mi hijo para que sea capaz de mirar más allá y decirle “que lo importante es que al final prevalezca el equilibrio, porque si a la larga de una u otra manera no ganamos todos un poquito… entonces estaremos perdidos”

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Jesús Garzás

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